martes, 24 de agosto de 2021

Un poco de historia...parte 1



Les voy a contar una historia que parece un cuento pero no lo es. Es una historia real platicada de viva voz de la protagonista. Fue hace mucho tiempo y fue rescatada de la penumbra del recuerdo y con un toque de fantasía, pero de eso se tratan los recuerdos, son representaciones gráficas de hechos reales que con el paso del tiempo se van modificando en la mente dependiendo de qué elementos causaron más impacto y también de qué es lo que nos conviene platicar, omitiendo algunas cosas vergonzosas para nosotros mismos. Al final sale un relato hermoso contado por una grande de mi familia. Forma parte de un momento histórico muy importante con tintes personales:


Nací en San Ignacio Cerro Gordo en 1926. Justo me tocó nacer y crecer en la Revolución Cristera. El gobierno te daba una fecha para irte del pueblo, así que nos fuimos a Arandas reconcentrados. San Ignacio se quedó solo porque tenía muchos escondites de los cristeros, casi todo el pueblo era cristero. Dejaron el pueblo solitario y a los que encontraban, los mataban.

La Guerra Cristera inició con Plutarco Elías Calles, que era el presidente de México. El viejo no era católico. Mandó soldados por todos lados que se metían a los templos con todo y caballos, tiraban a los santos, destruían imágenes y pisoteaban las hostias tiradas en el suelo. Por eso y bajo la orden del obispo Garibi Rivera, los sacerdotes cerraron los templos. Eran tiempos muy difíciles. 

Había un padrecito muy aventado que se escondía en una casa donde decía misa. Así me bautizaron, a escondidas; y a los siete años, así hice mi primera comunión también, en casa de los hacendados con el padre Rositas. 

Cuando huimos de San Ignacio y nos fuimos para Arandas, Antonio Bravo nos dió refugio. Nadie podía entrar a San Ignacio si no tenía un salvoconducto. No todos tenían refugio y las condiciones eran muy malas. La gente hacía sus casas de campaña con sábanas o lo que sea que tuvieran. Por las malas condiciones en las que vivíamos hubo una epidemia de viruela negra, que eran unos granos que te salían en la piel, pero los peligrosos eran internos y te mataban por asfixia.

En mi casa fuimos muchos hermanos, pero sólo sobrevivimos 4 a los cristeros. La más grande de todos mis hermanos fue Margarita, ella se murió al nacer en San Ignacio. Mi papá, cuando Margarita no salía se fue en caballo a traer un doctor de Arandas. El caballo se murió en el camino de tanta corrida que le dió. Cuando por fin llegó a donde estaba mi mamá con Margarita, la sacaron con unas alcayatas, que se usaban para los caballos, ya muerta. Mi mamá se quedó acostada en dos bancas con las piernas abiertas hasta que la sangre paró de gotear. 

Luego de Margarita, siguió Ricarda, luego yo y después Cuca. Después de Cuca nació Emilio en Arandas. Emilio se murió de asfixia por la viruela negra cuando era un bebé. Estaba tan descompuesto por tantos granos que mi mamá dijo que desconocía a su hijo de tan desfigurado que quedó. Cuando se murió, mi mamá no tenía dinero ni para el cajón ni para el camposanto. Para ese entonces mi papá no estaba con nosotros, el nomás oía balazos y huía a Estados Unidos. No nos mandaba ni dinero ni nada y a mi mamá le hacían falta 9 pesos para completar el cajón. Logró que el administrador de correos le prestara los 9 pesos y después los desquitó con su trabajo. Mi mamá era agente de correos en San Ignacio.

Después de Emilio nació Beatriz en San Ignacio , ella se murió de 8 meses, porque después de la epidemia de viruela nos dió sarampión. Encomendaron a un señor apodado "El Nano", que caminaba más deprisa que un caballo, a traer medicinas de Arandas, pero aún así Beatriz no la libró, murió.

El último de mis hermanos es Pancholín. Yo lo oí chillar cuando nació. Una señora llamada "La Boche" la hizo de partera, ella cobraba 7 pesos y te iba a ver los 40 días hasta que el ombligo se caía. Pidió canela con un poco de alcohol. Se tomaba todo el alcohol y ya borracha decía; "pújale hija, pújale".  Nosotras apuradas llorando por mi mamá, mientras en un petate nació Pancholín. A él le curó el ombligo con un árbol que soltaba bolas peludas y con eso se le cayó. 

Después de tiempo en Arandas, nos regresamos a San Ignacio y nos dimos cuenta que las vacas y puercos que teníamos ya no estaban, habían sido comidos. 


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