martes, 18 de octubre de 2011

El circo de la realidad

Monstruos, disfraces, actuaciones. Todo es ficticio, todo es pantomima. Premio al mejor actor, no hay cómo echarse para atrás, el show debe continuar. Salir al ruedo y mostrar la mejor sonrisa, ése es nuestro trabajo. Emociones, tristezas, enojos, frustraciones... Esas, se quedan en casa, donde no deben salir nunca. Somos lanzados como dados a la mesa, así nomás, sin preguntarnos, sin reproches. "es nuestro deber", eso dicen. Mientras los cubos ruedan, revolotean, muestran su cara y cambian de manera abrupta, así sin avisar. Sólo así, son tirados a la suerte, empujados al destino, y "que Dios se apiade de ellos".

-¿yo?, ¡yo no tengo tiempo!, ¡suficiente tengo con mis problemas!... Yo estoy formado para ver el show!, tengo que cuidar mi lugar, no vaya a ser que algún vivo gane mi lugar en la fila.

¡Pero nadie sabe a dónde lleva la fila, bonita cosa! Mientras los actores se despojan de sus trajes de preocupación y desesperanza, ensayan sus líneas, ponen sus mejores caras, se maquillan de colores y alegrías, preparándose para la gran función que está por comenzar,

Todo está listo, la tercera llamada es aclamada y los actores enjugan sus últimas lágrimas y encima de ellas colocan sus antifaces. Total, nadie lo nota, esa es su misión, su razón de ser.

Sonrisas y brincos, alegrías y cánticos; eso muestran al público que se entretiene al ver la magnitud del espectáculo. Todo sea con tal de entretener, alimentan la gran farsa. Caras bonitas, rostros maquillados, pero almas vacías.

-¡qué alegría!, qué emoción es la que demuestran, Nadie se entera del monstruo que los espera dormido en casa, que a su llegada se levanta.

-- Grr...

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