Cuando me pongo a pensar en la vida me gusta verla como un viaje, pero nunca lo había tenido tan claro como uno de esos dás en los que la aventura me trae emociones que disfruto al máximo.

Así que decidí luchar, contra todo y contra todos para perseguir mi sueño, fuera en contra de lo permitido o esperado de mí. Y ahora, después de casi dos años estoy en el lugar correcto. Nada fué en balde, todo sirve, aprendí muchas lecciones, y una de ellas es aferrarte a tu deseo, no dejar que lo discriminen ni que lo pisoteen. Si es importante para tí, tienes que hacer lo que está en tí para conseguirlo, puede ser que te pongan muchas barreras, que no crean en tí o en él, pero si es tu meta al final del camino, quédate dentro de él para conseguirlo, no dejes que en las intersecciones la gente te lleve para donde ellos creen lo conveniente, sino para donde tú veas lo conveniente para tí, que siempre debe ser lo que quieres.
Total, quise que mi día fuera diferente, que fuera algo que se saliera de lo común, aunque me cuesta trabajo pensar que los días que salen de lo ordinario son contados ¿por qué no hacer cada día especial con un toque de aventura que haga cada uno diferente?
De alguna forma me escape de mi zona, me aventuré a lo que ya conocía, pero me daba miedo experimentarlo. El miedo aquí es un factor muy importante, pude haberme sumido en él y dejar que me frenara en mi búsqueda de algo que pudo haber quedado en una idea.
Pero no, conseguí romper esa barrera. Está bien, la angustia apareció en varios momentos a lo largo del camino, sobre todo en aquellos en los que no sabía a dónde llegaría o si llegaría al fin.
Por supuesto, logré llegar, igual no por el camino planeado, por aquel que ya había recorrido muchas veces, el acostumbrado. Aquí me pongo a pensar, en nuestra vida a veces lo planeado no sale como esperamos, pero en lugar de ello salen caminos alternos. Creo que debemos de tener apertura y pacienia, ya que al final, si el destino está claro, se llegará a él, y al lograrlo la satisfacción es indescriptible, podemos pasar más tiempo en el camino de lo planeado, o pasar por uno más turbulento del acostumbrado. Sin embargo cuando ya estamos al fin en la meta, no queda más que disfrutar, saborear y por qué no, festejar.

Así se termina el día, cada quién sabe si llegó a su meta o no, pero el fin del día es irreversible, y al final de éste uno sabe si festejar el triunfo de haber llegado a la meta de la satisfacción o si se sume en un arrepentimieto, simplemente por no haberlo intentado.
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