miércoles, 23 de junio de 2010
Desierto
El silencio y la soledad, ahí es donde me puedo encontrar. Es donde suena la voz de Dios, donde no hay nada más que contemplar, es en cualquier lugar.
A veces me gustaría tener más tiempo para mí, fuera del ruido de la ciudad, que sólo llenan mi alma de estrés y fatiga. ¿Fatiga de qué?, de correr sin rumbo fijo, de cuidar que no me ganen el lugar de la fila hacia ninguna parte.
Es por eso que el momento que disfruto más en el día es cuando no hay qué decir, nada qué sentir. Solo yo y mi alma, saboreo cada instante, cada respiro que me pone a pensar, muchas veces en cosas que me gustaría omitir, otras simplemente vago por el universo, pero siempre con mi mejor compañía, yo misma. Es en esos momentos en los que pueden pasar minutos, tal vez horas para transportarme a un mundo mágico, en el que nadie me puede hacer daño, es inigualable. Nadie puede llegar a mis pensamientos, nadie puede irrumpir en ellos y modificarlos a su gusto si yo no lo permito, es donde más segura estoy.
La gente no entiende, dicen que estoy pero no estoy. Pueden tener razón, me gusta alejarme un rato de este mundo, pero también debo estar presente para vivir lo real, sino se me pasará la vida viajando en el país de nunca jamás.
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