miércoles, 23 de junio de 2010

Desierto





El silencio y la soledad, ahí es donde me puedo encontrar. Es donde suena la voz de Dios, donde no hay nada más que contemplar, es en cualquier lugar.
A veces me gustaría tener más tiempo para mí, fuera del ruido de la ciudad, que sólo llenan mi alma de estrés y fatiga. ¿Fatiga de qué?, de correr sin rumbo fijo, de cuidar que no me ganen el lugar de la fila hacia ninguna parte.
Es por eso que el momento que disfruto más en el día es cuando no hay qué decir, nada qué sentir. Solo yo y mi alma, saboreo cada instante, cada respiro que me pone a pensar, muchas veces en cosas que me gustaría omitir, otras simplemente vago por el universo, pero siempre con mi mejor compañía, yo misma. Es en esos momentos en los que pueden pasar minutos, tal vez horas para transportarme a un mundo mágico, en el que nadie me puede hacer daño, es inigualable. Nadie puede llegar a mis pensamientos, nadie puede irrumpir en ellos y modificarlos a su gusto si yo no lo permito, es donde más segura estoy.
La gente no entiende, dicen que estoy pero no estoy. Pueden tener razón, me gusta alejarme un rato de este mundo, pero también debo estar presente para vivir lo real, sino se me pasará la vida viajando en el país de nunca jamás.

Lo que importa está adentro


Al encontrarme sin mucho que hacer, se me ocurrió leer el cuento de Mario Benedetti, "la noche de los feos". No se si lo leí en el momento justo, pues comenzaba a sumergirme en el mundo que tanto me cuesta comprender de superficialidad y banalidad.

Parece increíble la búsqueda desesperada de las personas por la aceptación. Los que parecen seguros de sí mismos y viven pisoteando y denigrando a los demás, no es más que un gran deseo por erradicar su inseguridad, que logran acallar pasando sobre otros, para según ellos, tener una menor competencia y sobresalir.

Muchas veces tomamos los estándares de belleza como leyes irrefutables, que si no son cumplidos por alguien, ésa persona no merece valoración, ni siquiera por lo que tiene dentro de sí: bondad, cariño, amabilidad, respeto, alegría... son atributos que si no van acompañados por una cara bonita, son insuficientes y muchas veces inservibles para socializar.

Lo anterior se ejemplifica muy bien en el cuento. Dos personas que pueden tener infinidad de atributos y buenos sentimientos, son resagadas por una sociedad que marca que si alguien con su apariencia física no llena "el molde", no merece aceptación y por lo tanto no merece felicidad.

La apariencia no es suficiente en aspectos del corazón. Se necesita más que una cara bonita para lograr que una relación funcione, sin embargo existe gente que es en lo único que se fijan, por eso existen muchas parejas que no trascienden y familias disfuncionales, porque tarde o temprano el físico se atrofia y lo que quedan son los sentimientos, sean positivos o negativos.

Creo que hay que dejarnos de prejuicios, pues sólo alientan lo banal. Es necesario tomar en cuenta los valores y sentimientos que forjan a una persona, pues es lo que al final quedará, es decir, tomar más en cuenta cómo es una persona a cómo luce.