Desierto, lo que alguna vez lo tomé como un lugar de silencio. No un lugar físico, sino dentro de mí, un lugar donde podía descansar, ser solamente yo, conectarme conmigo misma y con mi ser superior. Tranquilidad, paz y armonía, eso encontraba en ése desierto donde no deseaba ser distraída. Silencio, mucho silencio, paz. Sin embargo regresaba al ruido, a la distracción, a la prisa. Resultado: insatisfacción.
Malo si no me dedico un tiempo para mí en silencio, malo si me quedo ahí por mucho tiempo y me pierdo de la realidad, del aquí y ahora. Me sumo en mis pensamientos, me dedico a mí, sin embargo esos pensamientos también me envician, me atrapan y me incomodan. Pero, por qué sacarle la vuelta a lo que me incomoda. No. Sería mejor actuar, confrontarlos, saber que están ahí y sin embargo así soy feliz.
Desierto: lugar exclusivo para mí misma, donde nadie me puede molestar, nadie excepto yo. Así era mi concepción, sin embargo últimamente ha cambiado. No voy a negar que ambas concepciones son vistas desde los lentes de mi religión: “entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora en secreto…” (Mateo, 6) Ahí en el silencio interior y exterior pude encontrarme conmigo misma, muchas veces no me encuentro con lo que yo quisiera, sin embargo eso es lo que soy, y después de la identificación tiene que venir la aceptación. Eso es lo que soy, con eso es lo que cuento, no hay más, pero tampoco menos.
He mencionado mi primera concepción, pero hace algún tiempo cambió. No es que la anterior sea errónea, pero ahora una se ha adherido a la otra, ya van juntas de la mano, ninguna ha sustituido a la otra. Se complementan, las necesito. El chiste de la vida es abrir horizontes, abrir caminos, elegir sí, pero abriendo la mente. No quedarse con una sola visión, sino qué pobreza de pensamiento. De nada serviría tener nuevos aprendizajes si nos limitamos a uno solo. Las cosas pueden ser negras o blancas, sin embargo también se pueden combinar haciendo diferentes escalas de grises.
Así pues llegué a nueva visión acerca del desierto: Obstáculo. Entendiendo obstáculo no como una barrera imposible de penetrar, más bien como una prueba, un lugar carente de comida y agua, donde si se sobrevive la satisfacción es deliciosa, los aprendizajes son enormes. Se aprende del dolor, se aprende de las carencias, se aprende del estrés que causan las situaciones difíciles. Las alegrías se disfrutan, pero las tensiones nos enseñan a valorar, a recordarnos que estamos vivos, que somos vulnerables, que somos seres indefensos donde en cualquier momento se nos puede cerrar el mundo y donde nos podemos transportar a un lugar donde parece que caminamos y caminamos y no encontramos el fin de ese paisaje infinito. Ahí, ahí es donde verdaderamente está la prueba, donde al pasarlo podemos decir con orgullo: Logré salir victorioso e ileso, con caídas sí, con rasguños también, pero completo al fin.